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martes, 14 de diciembre de 2010

El montaje I: la base

Principalmente durante el puente de la Inmaculada, desde el sábado 4 hasta el miércoles 8, Sagrario se dedicó en cuerpo y alma al montaje del Belén. Como pinches de cocina estuvimos las dos generaciones siguientes, hijo y nieto, molestando más que otra cosa, pero cumpliendo marcialmente con la función tan importante del "vetea": "vete a por más musgo...", "vete a por unas puntas...", "vete a por escayola...".

La jornada comenzó con el montaje de la base del Belén: unos tableros de aglomerado y unos caballetes de madera que donó al Belén nuestro querido Enrique Clérigo, amigo y también socio de la Peña Afición Vallisoletana. Para entrar en calor subimos todo el material hasta el primer piso, en la Sala de Exposiciones, donde Sagrario montaría el Belén.

Tableros y caballetes son la base del Belén
Una vez replanteado el espacio disponible comenzó la faena, empezando por el fondo del Belén: la montaña, quizá la parte más laboriosa de montaje dado que hay que fabricarla "in situ". Con un entramado de listoncillos, tela metálica, sábanas viejas, escayola y todo tipo de pinturas y sprays, Sagrario consiguió un movimiento tectónico como si nada.

La abuela con el nieto "armado" con pistola de cola caliente, su preferida

Poco a poco la montaña fue cogiendo formas, en una labor vamos a decir... "sucia"

Como podéis ver Sagrario no usa guantes, no los "aguanta"

Y al final de la tarde, Sagrario ya tenía la base de un fondo montañoso de Belén aceptable con algo a sus pies que después sería un río. No hay un Belén como Dios manda sin un río.


El sábado lo pasamos entero en la Peña, hasta las diez de la noche, así que el avituallamiento fue sobre la marcha, como los ciclistas, ayudados por una sartén de huevos rotos que Teresa, alma máter de la cantina de la Peña, nos preparó con esmero. Tampoco faltó la constante atención de Sera, que cada dos por tres asomaba por la puerta a ver si necesitábamos algo.

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