"... Yerra quien piense que abobarse frente a un buen nacimiento es cosa sólo de chicos; basta pisar el umbral de la sala de exposiciones de la Afición para que el nacimiento de Sagrario Abad te enganche al primer vistazo. No tiene esas figuras napolitanas lujosas y decadentes, tampoco edificaciones atemporales, ni artificios sorprendentes, ni iluminaciones como la de aquel nacimiento de Guadalajara donde el visitante podía elegir entre noche, día, amanecer, atardecer y... eclipse!. La autora ha trabajado como lo vienen haciendo los artistas desde la prehistoria. Su procedimiento (hoy sospechosamente ignorado) consiste en ver cuidadosamente la realidad; de ser posible, entenderla; dejar que la idea madure y clarifique como los vinos, sin prisa, mientras se ejercita la técnica incansablemente y con la más rigurosa disciplina; entonces -y sólo entonces- hallará el momento para actuar. Cerrará los ojos y ejecutará. Así se plasma el espíritu de los entes, así obraba sujeto tan poco sospechoso como Tapies, así obra Sagrario Abad.
El nacimiento es Villanubla, donde se crió la autora. No la Villanubla real, sino la Villanubla espirituada, la que sale de sus manos tras cerrar los ojos. La arquitectura efímera es recia, vertical, de paramentos entrevigados, portalones frescos, corrales repletos de vida y tan amigable que si levantas algunas cubiertas, puedes ver cada detalle de las habitaciones cobijadas por ella, o si te plantas ante el mercado de la plaza mayor, cual si estuvieras en Piedrahita, puedes reconocer las diez razas de gallinas que por allí dicen existir.

Parte de las figuras humanas y animales son de plastilina; labradas y vestidas atemporalmente, su austeridad cuadra con la arquitectura, pero los detalles de sus alegres movimientos preñan de vida hasta los tejados. Y en un soportal arruinado, al pie de chimenea rinconera, festoneadas las paredes con humedades de goteras, bajo la atenta mirada de un astigordo cinqueño rojo encendido algo lavado al que escoltan tres reyes (¡cuánto importa la relevancia!), imperceptiblemente nace Dios. Hora de turrón y vino, un carro cargado de barricas bordelesas avanza hacia la plaza mayor..."
Podéis encontrar la crónica completa en este enlace del Patronato del Toro de la Vega, del cual, J. Ramón es Vicepresidente.